Entre Avellanas y Cacahuates

Cronica: "Las Micros"

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Es divertido estar en un paradero observando cómo es la dinámica de las personas a lo largo del día, pero aun así cuando eres tú el que necesita de la micro tienes muchos problemas; Que mejor forma de explicarlo que las siempre positivas leyes de Morphy.

“La posibilidad de que lo que necesites aparezca, es inversamente proporcional a la urgencia que posea.”

¿Quién no ha esperado locomoción en el centro?, donde se supone pasa la mayoría de las micros, esperando por un bus a Valparaíso y, gracias a su suerte, solo aparecen las micros que van a Quilpué o colectivos hasta Huanhualí. Frustra.


Mirando hacia la calle, viendo pasar autos y… más autos, pensé que es aun peor cuando eres estudiante, porque estas amables personas -. Alias Micreros, señor conductor, hijo de…, bueno ustedes entienden.- son especialmente agradables con, el nunca tomado en cuenta, futuro de Chile.

Esperar una micro por el sector donde vivo es toda una proeza homérica, primero no hay paradero eso es porque mis padres eligieron una casa que está justo entre dos paraderos. Las micros siempre pasan llenas y cuando ese no es el caso, nuestro siempre amable chofer no se detiene porque vistes como estudiante.

Bueno este texto no es un reproche, ni mucho menos, más bien expongo un simple hecho: “Tomar Micro”.

Vamos, que nadie se ha detenido dos minutos a pensar o analizar la posición en la que se encuentra cuando está esperando la locomoción colectiva: ¿Qué siento? ¿Cuánto tarda? Da igual, son preguntas que no ayudaran, ni servirán para que la micro se apure, de manera que solo queda esperar.

… y claro, rezar para que una micro aparezca.

Después de 15 minutos más, apareció el sensible caballero que detuvo la micro, aliviada ya que por fin llegaría al colegio (aunque creo que con 20 minutos de atraso), subo alegremente con la intención de pagar y solo obtengo como respuesta la irritada mirada del señor.

Me pasan ese papelito verde (en el caso de los estudiantes) que se supone tendríamos que cuidar, y que ante cualquier accidente, bueno es el único seguro que poseemos. Pero como siempre a esta hora de la mañana los asientos llenos por estudiantes (que como yo van tarde), el señor que va atrasado al trabajo, algún universitario que tuvo un horario mañanero.


Es todo un espectáculo artístico observar la micro, mientras afuera el frío es espeluznante, en el interior el calor llega a ser repulsivo. Ya son más de las ocho, de manera que el movimiento de la ciudad se empieza a notar y mientras más intento concentrarme en la música de mi celular solo puedo colocarle atención a la cumbia mañanera de la Radio Corazón que el chofer coloca en la micro.


Ya que aún con el volumen al máximo no podre disfrutar de mi música, me dedico a vagar la mirada por el interior de la maquina; el infaltable grafiti en los asientos, el vidrio de los primeros asientos marcados con pintura blanca anunciando el recorrido de la micro. Con atención observo como la gente sube y baja en cada paradero... uff. Realmente estoy aburrida.

Tarareando una canción de P!AD me dedico a observar ahora la muralla (bueno ese pedazo de vidrio, que nos separa del conductor) tapizada en advertencias, el uso de la TNE, los recorridos, las tarifas, un numero donde puedes reclamar ante la secretaría regional de trasporte. Sobre la cabeza acompañante del conductor los autóctonos Stikers de diferentes caricaturas y el “Sonrían, les estamos grabando”.


Bueno da igual como veas la micro, no son más de cinco minutos (diez si va lento) que se demora la micro en llegar al colegio, intento decirle que me deje en el paradero aunque con su dulzura acostumbrada me deja a media cuadra más allá. Suspiro dando las gracias.


Que él no haga uso de su educación no quiere decir que yo lo imite.
De verdad, o me levanto más temprano, o me vengo a pie.



Por Pía Valenzuela

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